lunes, 16 de junio de 2014

Vacacionar, el concepto

Si habéis leído el último post de mi archienemiga sabréis que la tía nos ha querido poner los dientes largos con su viaje a México. Ha querido demostrarnos que irse de vacaciones en temporada baja y a un sitio recóndito es lo más molón del mundo. Y lo es. Ella es así. Por eso la odio. 

La palabra vacaciones tiene su origen en el latín vacans, del verbo vacare de toda la vida, y que no significa otra cosa que estar libre, desocupado. Lo que viene siendo no ir a trabajar y, por extensión para la gente que no trabaja (por decisión u obligación), dejar de hacer lo que se suele hacer normalmente, lo rutinario. La etimología anglosajona hacía sólo referencia a los días sagrados y con el paso de los siglos se ha convertido en "quemarse y ponerse ciego de cerveza en la costa española". 

Aunque sabemos que soy prácticamente una madre adolescente, ya tengo un pasado importante y unas cuantas vacaciones a mis espaldas. Y sinceramente me planteo en qué momento vacaciones y viajar se convirtieron en sinónimos. En serio. Viajar me parece una de las mejores experiencias del mundo y es por ello que prefiero renunciar a muchas cosas y poder escaparme a conocer sitios preciosos y otros que no lo son tanto. ¿Pero realmente descansamos de viaje? En nuestro caso no. Aprendemos, disfrutamos, descubrimos, pero lo de "estar libre" no lo cumplimos ni de coña.




Otra manera de hacer vacaciones es la de viajar a sitios ya conocidos, pueblos de interior o costeros con los que nos une una tradición familiar o no, y en los que pasamos horas sin hacer nada. En mi caso la experiencia es costera y, tras pasar un día o una tarde en la playa , siempre se suele decir eso de "es que la playa cansa". No. La playa no cansa. Lo que cansa es que por la noche has dormido poco ya sea por salir a beber y bailar, jugar al escondite o al parchís. Cada actividad depende de la edad y que cada uno las distribuya según su experiencia personal. Vaya que tampoco descansamos porque llegamos a estar cansados hasta de aburrirnos. 





Conclusiones: ninguna. Tampoco pretendía sacarlas. Lo ideal para mí sería tener un mes de vacaciones (muy bien pagadas) y poder combinar quince días viajando y los otros en la montaña o en la playa, a gusto del consumidor. 

Ahora es cuando tras ir de genérica y humilde os paso un power point con fotos de todos los sitios molones a los que he viajado y luego de los sitios playeros maravillosos en los que he ido cogiendo pecas. Mejor no. Eso se lo dejo a la Boticaria que se le da de vicio. 

Aprovecho y me pongo de cultureta (que me mola) y os recomiendo una película dirigida por Julie Delpy que refleja muy bien lo que os digo de los veranos en lugares ya conocidos y en familia. Se llama "Le Skylab" y acabo de ver que se tradujo como "Verano del 79". Sin comentarios.






   

4 comentarios:

  1. Si no te has aburrido no han sido vacaciones. A mi me estresa la gente que se va de vacaciones una semana y se pasa un mes contándote todo lo maravilloso que han hecho. Las vacaciones no sirven de nada si no has desfasado en plan pasivo: lease dormir, comer y tumbarse más de la cuenta, aunque sea leyendo, viendo series o películas, la cosa es la ley del mínimo esfuerzo hecha estilo de vida por unos días.

    Lo de los títulos traducidos de las películas da para un tesis doctoral o dos.

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  2. Aburrirse está infravalorado. Muy de acuerdo. A mí me encanta la gente que va 3 días a una ciudad enorme (NY es un clásico) y te dice "pero lo
    vimos todo". Demencial.
    No hay persona más colocada en una distribuidora que el tipo que traduce los títulos. De siempre.

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  3. Bien sabe Dios que yo practico el arte de aburrirme siempre en día hábil. Las horas de vacaciones hay que aprovecharlas bien que son de 30 minutos..

    Así que yo vacaciono levantándome a las siete de la mañana y acostándome a las 11 para estar rebosante de energía y entusiasmo al día siguiente. Reconozco que en un principio me obligó mi santo varón, pero ya lo veo normal.

    Y acabo de descubrir la gran utilidad de vacacionar con gato en un sitio donde amanece dos horas antes. A las cinco y media, con las primeras luces, el gato salta por encima de tu cabeza hasta que te levantas a abrirle la puerta y a las seis y media ya estás desayunada, duchada y lista para 14 horas ininterrumpidas de vacaciones. Hacedme caso, las vacaciones con gato duran el doble!

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    1. Pri, lo vuestro son vacaciones maratonianas. A esas horas, con gato o sin él, se puede volver, pero ¡levantarse! No lo veo. ¡Locos!

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