Hace dos días escribía en este blog sobre San Antón y el fin de las Pascuas, y, aunque nadie daba un duro, aquí seguimos mi archienemiga y yo con la vista ya puesta en la Semana Santa.
Nosotras tenemos nuestros planes, cada una los suyos, pero quizá alguno de los que pasáis por aquí seáis de esas avecillas libres que aún pueden decidir sus vacaciones a un mes vista. Si es vuestro caso, aquí va una propuesta de 24 horas en la Costa del Cilento para abrir boca de lo que pueden ser tres o cuatro días memorables.
¿Dónde está el pequeño paraíso?
La Costa Amalfitana (con la isla de Capri a la cabeza) fue el exclusivo reducto italiano donde veraneaba lo más granado de la fauna hollywodiense en los años 50. Pues bien, más allá de la Costa Amalfitana, bajando con mucho cuidadito, se extiende la Costa del Cilento. Un lugar con similares características geográficas donde no llegó el glamour, pero tampoco las tiendas de souvenirs.
24 horas en el Cilento
El día comienza desayunando en la terraza del hotel Marulivo, en Pisciotta. A su dueña, Lea, le resultaba exótico que unos españoles estuvieran alojados en su hotel. Eso nos hizo sospechar.
Nos dejamos aconsejar por ella sobre dónde pasar el día, y, tras una llamada, teníamos concertada una barquita con un tal Gino para la Grutta Azurra en Palinuro. Palinuro es un pueblo con mar y leyenda. Y en el mar, muchas cuevas: la de los huesos por los restos de huesos de animales atrapados en el techo, la de la sangre por el color rojo de sus paredes, la de los monjes por las estalagmitas y estalactitas que se han ido formando con el tiempo... y entre ellas, destaca la Gruta Azul, por el espectacular tono del agua.
Cueva de los huesos donde nos dimos El Chapuzón del verano. |
Gino manejaba nuestra barca, como la canción. Cabo Palinuro. El pobre Palinuro, volviendode Troya, cayó en esas aguas dormido por Somnus, y murió. O eso cuentan en la Eneida. |
Pasta vongole y pescadito. En la Costa del Cilento se come bien y barato |
A riesgo de que algo muy malo nos pasase en el futuro, desafiamos a todas las guías y, en lugar de parar en Sapri, seguimos recto hacia Maratea en busca de un oasis: La Locanda delle Nona Monache. Se trata de un antiguo monasterio reconvertido a hotel, donde, a base de GTs, conseguimos que nos dejaran usar la piscina. Ni un alma en el convento.
No era una piscina infinita, de esas horteras que me encantan, pero se le aproximaba bastante. |
A lo Río de Janeiro, en Maratea tienen un Cristo Redentor que aporta un aspecto bizarro al conjunto. |
En Maratea, como en tantos lugares de Italia, uno nunca sabe donde acaba la cochambre y empieza el encanto. |
El día termina donde empezó, cambiando el zumo por vino, viendo atardecer en la terraza del hotel Marulivo.
Gracias a nuestra amiga Lea, por la noche vinieron a buscarnos desde un restaurante (Per Baco), situado a escasos kilómetros de Pisciotta. Un establecimiento familiar, con aspecto de casa de campo y cantidades ingentes de vino en su interior, en cuyo porche terminamos cenando al aire libre.
La Costa del Cilento es un lugar sencillo que se va disfrutando despacio a medida que pasan las horas. No cuenta con los grandes hoteles ni el lujo occidental (infinitamente mejor que el asiático) de su hermana rica, la Costa Amalfitana. Ni falta que le hace. A su favor, tiene la paz y el regusto de lo auténtico.
Sin embargo, nada es casual, y hay una razón para que Lea no tuviera españoles entre sus huéspedes... Algo hay para que las hordas turistas no hayan arrasado hasta con el Cristo Redentor, algo que se resume en dos palabras: carreteras infames (e infinitas). Distancias de pocos kilómetros para las que se necesitan horas. Carreteras de un solo sentido con semáforos en mitad de la nada. Desprendimientos. La aventura es bonita, pero también algo incómoda. Y quizá peligrosa.
Pero habrá merecido la pena. Siempre.
Precaución, amigo conductor, el Cilento es peligroso. |
Y, por supuesto, tras estas 24 horas, la Costa del Cilento es mucho más... es la terrible colina de Castellabate y el fortín de piratas en su playa, la cuna de la dieta mediterránea en la plaza de Pioppi, las ruinas de Velia, y las mucho más espectaculare ruinas de Paestum (muy similares a las sicilianas). De todo esto podemos hablar otro día, pero, si a alguien le interesa, puede encontrar información aquí y aquí.
Un lugar maravilloso. Maui
ResponderEliminarRealmente lo es :)
EliminarSuspiiiiiiiiiiiiiiros.
ResponderEliminarY un momento para la nostalgia con el Gremlin como "Special Guest Star".
Gwilt
Aún me quedan en la recámara (o más bien en la cámara) muchas fotos del Gremlin que no han visto la luz. ¿Te animas para este verano Gwilt?
EliminarEl Gremlin no ha muerto del todo!
ResponderEliminarLloro de felicidad, por favor, no lo abandones en un cajón y que salga muchas más veces
Bicho malo nunca muere. Lo sacaré de paseo de vez en cuando, gracias por el interés.
Eliminar"Y lo más importante, sin gente" esto le va a encantar a mi marido. Que no haya gente es para él, el primer requisito de una vacaciones merecidas y disfrutadas. Las fotos hacen soñar !
ResponderEliminarPor lo visto sólo hay gente en agosto. Nosotros estuvimos en la primera quincena de julio y aquello era la calma chicha. Animaos, no os vais a arrepentir :)
EliminarMola ver al Gremlin asomar su cabecita! lindo lugar :D
ResponderEliminarYa estaba echando de menos al pobre bicho... se deja querer. Muchas gracias.
EliminarMis dientes arañan el parqué de mi casa, en estos momentos....
ResponderEliminarJajajajaja
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