miércoles, 12 de febrero de 2014

Hécuba

Los griegos han derrotado a los troyanos y Hécuba, la que fue su reina, es ahora una esclava. Sin embargo, los dioses aún planean arrancarle algo más doloroso que el trono: sus hijos. Y lo harán de la forma más cruel y retorcida. Caramba con la imaginación de Eurípides. Finalmente, la vieja Hécuba hundida, pero no acabada, encontrará su bárbara y atroz venganza sobre el traidor Poliméstor. Lo que viene siendo "un final feliz" en una tragedia.


La obra

El telón ya está abierto cuando el espectador entra en el Teatro Español. En el escenario, un decorado desolador presidido por una escalera que dará que hablar, y un sillón desvencijado que bien podría haber salido de cualquier pop-up store navideña. Sobre la arena y el polvo que cubre las tablas, gobierna siempre Concha y deambula un grupo de esclavas enajenadas. 

 
 

 

¿Por qué ir a ver Hécuba?

- Por las terribles ganas de bajar y abofetear a Ulises.
- Por el vuelo de la capa de Agamenón y su forma de reposar sobre los escalones. Para algunos carnavalesca, para mí imponente.
- Por el repiqueteo de las conchas del oráculo que cuelgan del cuello de la bruja, resonando (e inquietando) durante toda la obra.
- Por los pectorales ensangrentados de Poliméstor. Alberto Iglesias: desde el sábado eres mi nuevo Ginés García Millán. Y eso es mucho decir.


 
Y por supuesto, por Concha. Podría haber seguido pegada a mi butaca viéndola actuar durante mucho más tiempo, sin cansarme. Su naturalidad, su forma de transmitir que está de vuelta de todo (tanto en realidad como en ficción), su rotunda seguridad. Todo. Lo tiene todo.


Concha sabe gritar, temblar y rasgarse a partes iguales. Ser Hécuba es lo mejor que va a hacer al final de su vida profesional y lo sabe. Lo disfruta. Al final, tras derramar varios puñados de tierra sobre su cabeza con las rodillas clavadas al suelo, y una vez terminada la obra, pide ayuda para incorporarse y recibir la ovación. Levanta los brazos con energía haciendo el símbolo de la victoria contagiando a los de sus compañeros. Ya quisiera Casillas haber levantado las copas con el ímpetu de Concha.

Los aplausos son eternos. Sus compañeros la dejan sola y va subiendo lentamente la escalera por la que antes se pavoneó Agamenón. Último saludo, se gira despacio y camina de espaldas al público lentamente hasta desaparecer con la dignidad de quien lleva 60 años ganándose el respeto del respetable.
 

Nadie se acuerda entonces de la chica ye-yé, ni de las compresas de incontinencia, ni siquiera de esas nalgas flácidas y ajadas de prostituta vieja que nos enseñó sin pudor en La Latina hace unos años. Qué difícil es conseguir que todos te vean simplemente como Concha. Ojalá éste sea sólo tu antepenúltimo mejor papel. 
 
 
**Hécuba se representará hasta el 23 de febrero en el Teatro Español.
 
 

5 comentarios:

  1. Si te pones así, habrá que ir a verla...

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    1. No te la pierdas Pri, en serio. Pero ándate ligerita que se acaba en diez días :)

      Boticaria García

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  2. "Gracias". Me has transmitido de tal manera tu vivencia de la obra, que me he visto por unos minutos disfrutando de Hécuba, y no digamos de la actuación de Concha. Otra vez gracias. Maui

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    1. Gracias a ti. No hay mejor piropazo que el saber que has conseguido transmitir algo. Ojalá Concha por vuestra tierra de gira :) Un beso!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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