miércoles, 19 de febrero de 2014

El amor no tiene edad, la vergüenza sí

El viernes pasado fue San Valentín y yo lo celebré, como mandan los cánones, yéndome a cenar con una amiga. Fuimos a un restaurante de esos que tienen lista de espera para un mes (hay listas para prótesis de rodilla en este país que van más ligeras) pero con una barra muy apañada para los pobres. Una barra de las de verdad, sin decapar ni nada de eso.

Después de rozarnos con una docena de individuos/as hasta alcanzar el centro del local, avistamos un par de sitios en una especie de mesa comunal. Con su mantelito y todo. Impecables. Incomprensiblemente ignorados por la masa. Pregunté temblorosa a la camarera, con miedo a su carcajada:

- ¿No podemos sentarnos ahí, verdad?
- Si lo desean, los sitios son suyos.

Ni siquiera había apoyado el culo en el asiento cuando me di cuenta de la trampa mortal en la que habíamos caído. ¡Quién fuera Jesucristo entre los dos ladrones! Mi amiga y yo habíamos ido a crucificarnos entre dos parejas que festejaban su amor. Dos parejas con más de medio siglo de vida por individual pero menos de un telediario en común.

La cosa se puso interesante cuando nos percatamos de que se iban copiando las comandas convirtiendo aquello en un partido de ping-pong: croquetas-croquetas, tomate-tomate. El punto de partido llegó con la fuente de chuletillas que se trajinó cada pareja en modo: tú-me-das-chuletita-yo-te-doy-chuletita-abre-la-boquita-de-piñon-cari.

Ante tal espectáculo de luz y sonido, mi amiga y yo huimos sin tomar postre. Ni chuletillas.

Me parece maravilloso y encomiable que la gente haga (y rehaga) su vida a la edad que le plazca, pero ¿en qué momento una persona madura pierde el juicio y se dedica a meter mano a su acompañante en público cual adolescente a su churri en un McDonalds? ¿en qué momento se asume como normal que una persona mayor de tres años y sin incapacidad alguna sea alimentada por otra?

Estadísticamente es algo que se repite, así que quizá existan razones físico-químicos para que en la edad del Bótox algunos muestren sus afectos en modo Clearasil. O quizá, simplemente, todo se trate de mala educación. Los aspavientos amorosos impostados en mayores de edad sólo deberían permitirse al presidente de EEUU, porque tienen un fin último que es el de conseguir votos. El resto debería saber que no va a conseguir nada, y que una relación basada en esas mariconadas les durará menos que el plato de chuletillas.

En cualquier caso, mucho mejor me hubiera ido si hubiese celebrado San Valentín como Dios manda, viendo junto a mi amado cine del bueno, del que me chiva mi archienemiga:



Starring... la gran Concha Velasco, a la cual aún estáis a tiempo de ver en Hécuba. Luego no digáis que no avisé.














16 comentarios:

  1. Las muestras de amor en público están ya denunciadas por Alfonso Usía en su tratado de las buenas maneras. Lo que hace 20 años no era tan común era haber sobrepasado el medio siglo y seguir poniéndolas en práctica...

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    1. Sin hacer aquí una apología de los tratados del Sr. Ussía, que no, diré que en esta cuestión estamos muy de acuerdo.

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  2. Aún me cuesta recordar una salida con algunas mamás de compañeros del cole de mi hija las pasadas Navidades, en la que terminamos en un bar de cuyo nombre no quiero acordarme. Viendo el espectáculo, ganas me dieron de sacarme los ojos y borrar de mi memoria algunos hechos allí acontecidos entre parejas de las que has definido a la perfección en esta entrada. Viéndoles bailar "Chiquilla" todavía se me erizan los pelos.

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    1. Al menos yo los vi sólo en modo estático, pero hace unas semanas vi algo parecido a lo que cuentas en el Berlín Cabaret. ¡Cómo ha caído ese sitio!

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  3. Esa moda de demostrar mucho y constantemente las emociones me parece una obscenidad y una ordinariez: a llorar, meterse mano, cagarse en tó lo que se menea y hablar de cualquier cosa que acontezca de cintura para abajo, cada uno a su casa¡ Hombreya¡

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    1. Gracias Silvia por ponerlo negro sobre blanco. Estamos en la era del destape emocional, y a mí personalmente me agrede más que "el otro".

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  4. yo cuando veo a gente así los llamo "los pajares", en homenaje a Andrés y Chonchi, que eran mucho de besuqueos en las alfombras rojas y mira como han acabado.

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    1. La intensidad del morreo público suele ser inversamente proporcional a la duración del romance. Es un hecho.

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  5. ¡Madre de Dior! ¡Luz bendita de Apolo! ¡Por el amor de Afrodita! Pero es que ya nadie está en su sano juicio, es que ni yo con 20 años hago tanto el ridículo. Esas cursilerias son para abofetear a los cursis a ver si así se les quita la bobada, que una cosa es ser romántico y cariñoso y otra dar todo el asco en público

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    1. Si es que ya no es ser cursi, sino maleducado... Y lo peor es que son una plaga.

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  6. A verrrrr... relajación: en nuestro caso podemos aparcar niños una vez al cuatrimestre con suerte!!!... y cuando salimos marido y yo solos, parecemos novios recién arrejuntados... sin obscenidades, pero unos cuantos arrumacos caen seguro, que hay que liberarse y aprovechar las poquitas horas de liberación!! :-D

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    1. ¿Y qué tendrá que ver la velocidad con el tocino? No me convence tu argumentación :)

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  7. Ayer por la mañana me tuve que cambiar de vagón en el metro. A las ocho de la mañana se oía hasta la succión y el chapoteo de la saliva. Y los 40 ya los habían cumplido...

    Normalmente en el metro pero también a veces en los bares, llego a la conclusión de que necesito una cápsula que me envuelva y me aísle de mis semejantes para ir por el mundo. Un cuatro metros cúbicos para mi sola...

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    1. Sin exagerar un pelo, te digo que siendo El Gremlin un bebé, llevaba la burbuja de lluvia siempre (aunque no lloviera) y a la mínima aglomeración se la colocaba encima del carro "así va más protegido, que a saber qué aliento le está echando la gente". Y no le faltaba razón.

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    2. Un blíster unipersonal¡¡¡ IDEAZA, Pri¡

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    3. A veces intento generarlo con mi poder mental pero tengo que practicar mucho. La gente es tan obtusa que no percibe la crisálida que me rodea...

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